sábado, 19 de diciembre de 2009

Diario del hombre que espera en la orilla: Día 7

Llego del gimnasio, extenuado.
Como el Dark Knight de Frank Miller, cada día me cuesta mas ser el héroe que fui.
Me propuse aceptar el paso de los años, pero no que los años se queden en mí.
Tomo una ducha de agua casi fría.
Necesito liberar mis poros de una amarga transpiración para que mi piel respire de nuevo.

Mi piel.
Hace exactamente una semana que Luna poso sus manos y sus labios sobre mi piel.
Y aun, su suave y pasional paso por ella, me da un cosquilleo dulce en mi memoria.
Esa noche, nos amamos de un modo muy nuestro.
Dar amor, lo entendemos como algo no solo físico, sino también como un acto de entrega y unión de dos almas.
Nuestra pasión no es solo genital.
Nuestra pasión es un estado de nuestras almas, de comunicación, entrega, de vibrar y sentir con una mirada o unas manos que se encuentran, no solo con el acercamiento de dos sexos.
Gozo como hombre.
Goza como mujer.
Pero los caminos para llegar a ese éxtasis y a la explosión de amor que marca el punto culminante de nuestra entrega, es muy diferente a lo que hasta ahora sabíamos.
Amar a Luna es acercar nuestros cuerpos para que las almas emerjan, doradas y brillantes, y se encuentren.
Nuestras almas se unen un ritual de la creación.
Se elevan hacia el cielo en un remolino eterno, mientras nuestros cuerpos temblorosos hacen a la vez de ancla en la tierra para que nuestros espíritus vaguen a la deriva.
Somos los dos últimos ejemplares de una raza a punto de extinguirse, que unimos todos y cada uno de nuestros sentidos en un plano donde el pecado y la condena no tienen cabida, y el vértigo desorienta la razón.
La piel se eriza, el corazón se acelera y los ojos se entrecierran mientras cielo e infierno se funden en una sola sensación.
No existen verdades o mentiras, bondad o maldad.
Solo es valido lo que la pasión dicta y lo demás no cuenta.

Cierro la ducha.
Hoy es el día siete desde que Luna partio.

Amada Luna, otra vez, lo que creíamos una prueba a superar, ha sido una reafirmación del amor que sentimos.
Somos fuertes.
Nada ni nadie nos separara.

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