martes, 15 de diciembre de 2009

Diario del hombre que espera en la orilla: Día 3

Los días anteriores a que Luna viajase, fueron un tanto difíciles.
El universo parecía conspirar contra nosotros.
Nuestro encuentro era muy necesario para nuestros corazones, pues seria la primera vez que estaríamos a una distancia física mayor que la usual por tantos días.
Aclaro que es una distancia física porque nuestras almas hacen rato duermen juntas.
Así como es nuestra primera vez en el amor verdadero, y vamos descubriendo esta inigualable sensación en cada mirada, en cada beso, no imaginábamos como manejar los días por venir.
Por eso, era tan necesario este encuentro.
Diría que casi imprescindible.
Prometí en los momentos más álgidos de las horas previas, cuando parecía que todo salía mal y nada podía ser peor, decirle unas palabras a Luna cuando la dejase en su nido, luego de consumar nuestra noche… si llegábamos a hacerlo!
A fuerza de empujar tanta adversidad, nuestra tan necesaria noche llego.
Y la noche que comenzó con alguna lagrima de Luna, termino con nuestros corazones llenos de amor.
Antes de que Luna bajara de mi auto, le dije lo que guardaba para ambos: “Luna, le hemos doblado el brazo al destino. Creo que ninguno de los dos sabe de cuanto somos capaces por nuestro amor”.
Sus ojos brillaron aun mas en la noche ocura...

Mi situación es de como de un sobreviviente.
No es el estado ideal. El ideal seria estar rodeado por los brazos de Luna. No existe lugar mejor en este mundo.
Pero mi presente es otro.
Sobrevivo a duras penas con mi amor, mi luz, mi mujer, tan lejos.
Durante todo el día, solo escucho canciones románticas, y pienso en Luna, miro sus fotos, y pienso en Luna, me cuesta concentrarme, y pienso en Luna, rememoro vivencias, y pienso en Luna, la imagino en el mar, y pienso en Luna, deseo que mis ojos se crucen con los suyos, y para variar, pienso en Luna…
Se que no hace falta que lo diga, pero me encanta hacerlo porque tu corazón se agita y tus ojos se achinan sobre una sonrisa que me apasiona:
Te amo Luna.

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