viernes, 19 de junio de 2009

La dos cruces exoticas

En el muelle donde abrace a Luna por primera vez, vamos a comprometernos.

Ya que la vida no me permitió colocarle un anillo de oro en su mano izquierda, le he pedido que me permita darle una muestra de amor material, que represente nuestro compromiso eterno y contra toda circunstancia que la vida imponga.

Desde hace unas semanas he decidido portar en mi cuello una cruz, de diseño exótico, pero cruz cristiana al fin. Un reconocimiento a mi acercamiento a Dios, después de conocer a Luna y de que ella hiciera de mediadora entre el Supremo y yo.
Había pensado en un anillo, pero prefiero darle una cruz, similar a la mía.
Así, colgara cerca de su corazón, que tanto amo.
El frió metal, recibirá el calor de su pecho de mujer íntegra, calida, sensual, y tornara ese frió material en algo tibio, calido. Tal como lo hizo conmigo.

Espero que esa noche, no haga tanto frío.
Con Luna, bajo la luna, espero poder pararme frente a ella, apartar sus cabellos de oro de su cuello lentamente y rodear con la cadena que porta la cruz exótica, su cuello virgen aun de mis labios, y una vez puesta, jurarle amor eterno, en esta vida y en las que me toquen vivir.

Después… el tiempo dirá.

Luna sabra que a partir de ese momento, mi persona ya no me pertenecera.
Al cerrar el clip que sujetara la cadena alrededor de su cuello, automáticamente mi persona sera definitivamente suya. Ya no sere dueño de mi mismo.
Y realmente, no me importa.
Desde que la oí por primera vez, desde que mis labios se posaron el los suyos, desde que mi pecho oprimió mi corazón cuando temí perderla en alguna oportunidad, ya nada me importa si Luna esta conmigo.

Realmente... Hace rato ya que no soy dueño de mi mismo...

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