sábado, 6 de junio de 2009

Disparadores de recuerdos

Hay cosas que sin imaginarlo, son disparadores de recuerdos.
Un aroma, un sabor, hasta una prenda de vestir.
En mi caso ha sido la música quien trajo sin pedir permiso, un sentimiento del pasado. Pero además de la sorpresa de este hecho, me encuentro también con algo que no esperaba.

Estoy relajado en mi sillón favorito. Mi cuerpo, distendido, reposa tratando de sincronizar la respiración con los latidos de mi sufrido corazón. En mi mp3, suena un clásico de los años ochenta: Big in Japan, de Alphaville.

Julio 1985.
Era la primera salida nocturna de nuestro viaje de egresados. Íbamos a bailar a Grisú. Éramos jóvenes e inexpertos y teníamos que manejar y administrar una libertad para la cual no todos estábamos preparados. Para agregar dificultades al conflicto, estábamos potenciados por la compañía de nuestros amigos de colegio y la desesperación por vivir, sentir.
Esa noche, en Grisú, recuerdo haber escuchado por primera vez este tema. No recuerdo con quien estaba haciendo que cosa (Una bebida alcohólica empezaba a hacer sus efectos y hay un bache en mi memoria) pero al menos tengo la tranquilidad de que no fue nada de lo que me tuviera que arrepentir o que manchara mi reputación. Como decía, esa canción me transporta mágicamente a ese momento de mi vida.
Pero es entonces cuando algo se me ocurre.
Un intento desesperado quizás. Pero es un intento que debo hacer.
El mp3 repite en mi oido Big in Japan. Cierro los ojos, me relajo en el sillón casi tanto que siento separarse mi alma del cuerpo. Me corporizo, donde quisiera estar para que el destino me de una segunda oportunidad.
Abro los ojos, miro a mi alrededor y veo la ciudad nevada, mis compañeros de escuela correteando, un ambiente familiar hasta el mas mínimo detalle. Me observo reflejado en el cristal de una ventana y me veo con el pelo mas largo, ninguna cana tiñe mi cabello, estoy bastante mas delgado, mas joven… viaje en el tiempo.
Volví a Bariloche. Julio 1985.

Y desesperado, comienzo a buscarte, Luna. Pregunto por vos. Te han visto pero no saben donde estas exactamente ahora. Unos me dicen que te busque por allí. Allí no te han visto. Otros que te busque por allá. Tampoco estas allá.
La ciudad se torna oscura, opresiva. El cielo gris parece acompañar a los edificios que se echan sobre mí y me quitan el aire.
Para que viaje en el tiempo hasta aquí Luna, si no puedo verte, hablarte, tomarte de las manos y decirte cuanto te amo y asegurarme el resto de mi vida junto a vos?
Desesperado, sin consuelo, corro sin saber hacia donde. Las piernas me pesan. Siento que no avanzo por las oscuras y nevadas calles a pesar de mi esfuerzo. Grito. Siento que todo se esfuma a mí alrededor…

Junio, 2009. Otra vez aqui.
Abro los ojos. Pero no me incorporo del sillón. Mis músculos están tensos. Mi frente tiene perlas de sudor.
Trato de entender por que no te encontré.
Y quizás encuentro – o me aferro - a la posible respuesta a nuestra pregunta fundamental, del por que a pesar de amarnos tanto hoy, fuimos invisibles el uno para el otro allá en nuestra adolescencia: No estábamos listos. No era nuestro momento.

El joven que fui y quedo en Bariloche aquel frío invierno de 1985, me mira desde allí con un gesto de incertidumbre.
Le respondo con una sonrisa tranquila. Estoy nuevamente en paz.
Comprende mi mensaje y se va junto con sus (Mis) compañeros de colegio. Voltea por ultima vez como preguntándome si todo esta verdaderamente bien. Vuelvo a sonreírle, y esta vez, tranquilo, se va definitivamente.

Ya tendrá tiempo de entender y descifrar el misterio de amar. Amar y vivir por y para una mujer de dulces silencios, ojos vivos, risa fácil, hablar pausado.

Descuida Luna, lo sabrá... pero veinticuatro años después de ese viaje de egresados...

No hay comentarios:

Publicar un comentario