lunes, 18 de mayo de 2009

Perderse en la Luna

El viento soplaba frió esa noche, agitando el río de un modo amenazante. Dentro del auto, el silencio era casi total.
“Dios…” Me dije a mi mismo, sorprendido por mi condición casi atea y con la contradicción de invocar al Supremo.
Mis labios llegaron por primera vez a los de Luna como un ave que contrae sus magnificas alas al posarse en su nido.
Sabia que estaba perdido, aunque no senti resignación. Todo lo contrario.

Sabia que amaba a Luna como jamás un hombre había amado a una mujer, pero probar la miel de sus labios me oprimo el pecho y termino de demoler mis defensas de macho dominante.
Ya nada me importaba.
Decidí entregarme por completo al momento, en cuerpo y alma, dejándome caer en un espiral sin fin de vértigo y desorientación.

Perdon, permítanme presentarnos: Luna es el nombre de la mujer que amo de un modo inexplicable. Yo soy la otra luna…

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