Luna y yo tenemos nuestros nidos.
Esto nos restringe en muchos aspectos, pero para el observador de fina mirada, lejos de lo superficial, la situación no se limita solamente a discreciones forzadas o cruces furtivos.
Hay otras sensaciones que cuentan, y quizás merecen más atención aun.
Luna es una mujer hermosa. Su belleza física es una invitación a perderse en los placeres prohibidos. El descubrir su lenguaje corporal me ha cautivado.
Es inconscientemente atractiva.
Como hombre, asumo que la deseo desde el día que la vi nuevamente después de veinticuatro años. Hemos tenido algo de piel en cuanto a caricias y besos. A veces de amor, a veces pasionales.
Pero Luna necesita madurar aun más su libertad, su nuevo presente, para dar el paso que sigue: la entrega total.
Si es que realmente desea darlo algún día.
Supongo que a pesar del amor que sentimos, Luna aun tiene ciertos tabúes que romper o simplemente, respetar ciertos codigos de su sentir íntimo.
Trato por medio de mi contención y amor infinito hacia ella, hacerle sentir que no esta en deuda conmigo, o con la relación, pero por sobre todo, que la unión de nuestros cuerpos no es el fin de todo esto. A lo sumo, será una vía de comunicación más profunda y una muestra de amor cabal.
Pero es solo una parte del todo que estamos viviendo.
Creo me entiende, pero uno nunca sabrá realmente que sucede dentro de la cabecita de una mujer enamorada.
Luna, somos personas adultas viviendo algo único, exclusivo, diferente.
Te deseo mujer, lo sabes, pero es más lo que te amo.
Dame por favor tu amor, en la forma que creas puedes hacerlo o como sientas que es lo mejor para ti.
Yo lo recibiré como lo que es: lo más preciado que tú puedes darme... a tu manera.
A alguno le parecerá extraño esta visión tan particular del tema, pero dadas las circunstancias, no me importa que lo entiendan o no.
Solo con que Luna y yo lo entendamos, me es suficiente.